Con motivo del Día Internacional de la Mujer que se conmemora
oficialmente desde 1975, nos pareció apropiado averiguar acerca de una de las
actividades más arraigadas de la mujer sanmiguelense en el siglo XX, que le
brindó una plataforma para obtener recursos, pero sobre todo para demostrar su
talento y habilidades artísticas; estamos hablando de la costura…
Según «La evolución de una oligarquía: el caso de San Miguel el Alto,
Jalisco» de Leticia Gándara Mendoza de 1976, fue a partir de la Guerra
Cristera, a raíz de que comenzó a incrementarse la población en la cabecera
municipal -a causa de la inseguridad en los ranchos-, que fue necesario
encontrar otras alternativas de trabajo, como la costura principalmente en cuanto
a las damas.
Enseguida prosigue el libro: «Ante esta coyuntura se incrementan las
artesanías tradicionales: los trabajos deshilados, actividad económica
fundamental de la mujer sanmiguelense, han constituido la principal fuente de
ingresos adicionales para las familias.
No obstante, a través del proceso de acaparamiento del producto, son los
sectores medios y algunas familias de la oligarquía los que controlan los
excedentes, ya que establecen el precio de compra a los productores y, al
vender en grandes centros urbanos, pueden ofrecer la mercancía a precios mucho
más altos, quedándose así con el excedente.
El costo de un mantel deshilado es de 200 pesos (2.50 pesos el metro); el
acaparador lo compra al productor en 150 pesos y lo vende en algún centro
urbano a 300 a 400 pesos» (Gándara Mendoza, 1976).
Ahora bien, en «Guiasanmiguel» de abril de 2010 aparece cómo las
comercializadoras del producto daban costura a las señoras para que hicieran manufacturas como gancho, filigrana,
guarda, bastilla, orla, rejilla, punto de cruz, bordado, deshilados y calados.
El artículo es muy emotivo al indicar que «señoras entrevistadas
recuerdan cómo después de ir al molino, lavar las piedritas del empedrado,
barrer con escobas de popote, de hacer el atole o el té y dar de desayunar,
ponían la comida y mientras revisaban “la lumbre”, toda la mañana se ponían a
tejer, así como después de dar de comer, al ritmo que caía la tarde,
reuniéndose en los patios de las casas o en la puerta, sobre la banqueta»
(Guiasanmiguel, 2010).
Otro párrafo evocador es el siguiente: «Entre los productos que salían
de San Miguel se encuentran ornamentos litúrgicos, servilletas, carpetas,
cafeteras y manteles; de hecho, se habla de que algunas mujeres “restiraban”
los manteles en los bastidores; Toña recuerda que Jesús y Gregoria Díaz los “restiraban”
con almidón, así como doña Tiburcia Ramírez lavaba manteles desde las cinco de
la mañana en “El chorrito”» (Guiasanmiguel, 2010).
Por otra parte, en el proceso de investigación, encontramos un documento
del 8 de agosto de 1966 que señala que en esa época había dos talleres de
suéteres de lana en San Miguel el Alto.
Lic. Juan Ramón Jiménez Jiménez
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