Una de las
expresiones palpables de la religiosidad del San Miguel el Alto de antaño se
encuentra en cómo se celebraba La Semana Santa.
Esta vez, intentamos rescatar esas memorias que aún forman parte de
nuestra identidad.
Citando «San Miguel
el Alto, Jalisco» de Medina de la Torre, aparecen varios datos de 1793, ya que
en aquel entonces la representación de la pasión de Cristo se realizaba
ingeniosamente, aunque se caía en excesos ya que a quien actuó como Jesús –un español
al que llamaban Güero-, los indígenas lo golpearon cruelmente (1967).
Cabe mencionar que
hallamos un artículo de la revista «Guiasanmiguel» de abril de 2009, en el que
se rememora que desde aproximadamente la década de los treintas hasta los
sesentas del siglo XX, el Jueves Santo se exponía un impresionante monumento para
la adoración a El Santísimo Sacramento en el templo parroquial; se indica que
tenía yerbas, jaulas con pájaros, naranjas agrias, trigo, así como las palmas
de carrizo de la señorita Paula Padilla, y se agrega: «Irineo Gutiérrez recordó
que se trataba de un altar colosal, con especie de gradería de madera;
asimismo, llevaba imágenes de los profetas y candelabros».
Por cierto, la nota
(2009) señala que una costumbre del Jueves Santo en el San Miguel de los sesentas
eran los estrenos, a la altura de los del 29 de Septiembre.
Por otra parte, la
revista (2009) expresa que, entre las mujeres, de los sesentas hacia atrás, la
elegancia de los estrenos se convertía en un rígido luto el Viernes Santo y en
el templo parroquial el suntuoso altar se cambiaba por uno con ramas de sabino
y sauz donde se colocaba la imagen de La Virgen de los Dolores así como un
Cristo que parece ser, se trataba del Señor de la Salud.
Según el mismo
reportaje (2009), «una costumbre del Viernes Santo era tomar cera de las velas
que rodeaban el féretro del Cristo del Santo Entierro y con esta untar
moneditas y guardarlas como reliquia para que no faltaran los bienes
materiales».
El texto (2009),
refiriéndose al «Sábado de Gloria», manifiesta: «Otra costumbre local consistía
en colgar en dicha mañana monos de carrizo con buscapiés, a los cuales se les
llamaba “judas”; estos llevaban nombres, se colgaban como piñatas en
cualquier esquina del pueblo, y “al abrirse la Gloria” se quemaban».
Sobre tiempos más
recientes, encontramos una nota periodística de «Reflejo» del 12 de abril de
2007 que asevera que en nuestra ciudad hubo una abundante respuesta a los actos
religiosos durante el Triduo Pascual aquel año.
Lic. Juan Ramón Jiménez Jiménez
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