Continuando con el tema de la poesía cincelada por talentos sanmiguelenses,
en el proceso de investigación esta vez nos encontramos con el caso de Tecla
Delia Jiménez Márquez, una escritora originaria de esta hermosa provincia de la
cantera rosa, donde vio pasar sus primeros años.
Pues bien, Tecla Delia nació un 3 de septiembre de 1931 en San Miguel el
Alto, Jalisco, y sus padres fueron los señores Pedro Jiménez Campos y María del
Refugio Márquez Jiménez. Contrajo
matrimonio con el doctor José Vicente González un 15 de mayo de 1954, con quien
procreó 5 hijos.
Por otro lado, Tecla se caracterizó desde pequeña por el gusto hacia la
literatura, y al igual, participó en teatro.
Además, fue integrante de un movimiento literario en Guadalajara entre
los setentas y ochentas, y a lo largo de su existencia publicó los siguientes
libros de poesía: «Ecología: es vida», «Soledades y silencios» y «Hojas y
pensamientos».
Tecla Delia falleció un 2 de diciembre de 1994 en Guadalajara y entre su
legado nos dejó un inspirador poema titulado «Un canto a San Miguel el Alto»,
el cual se publicó en la revista «San Miguel el Alto, Jalisco. Buena tierra, buena gente, 365 años de su
fundación», de 1990. El poema es este:
San Miguel el Alto,
pedacito de cielo;
tus campanas sonoras,
repican a vuelo,
por celebrar tu
fundación
hoy te cantamos con
emoción.
Provincia risueña,
provincia coqueta,
estás siempre alegre
como pandereta,
y al llegar tus ferias
anuales, fiestas patronales,
luces orgullosa tus
galas feudales.
Galas que salen de
viejos arcones
y que cargan siglos en
sus tradiciones,
recordándonos glorias
pasadas…
que ahora nos llegan
un poco cansadas.
Provincia techada con
bóveda azul
y salpicada con nubes
de tul,
enamorada estás del
trovador…
que en tus balcones,
canta al amor.
Tus canteras labradas
son un primor,
tus artistas se
esmeran en esta labor
dejando admirados a
los visitantes,
que a conocerte vienen
de lugares distantes.
¡A ti, provincia! Canta el poeta
desde tus fachadas,
hasta tus banquetas,
porque eres única en
tranquilidad
y en tus limpios
amores das fidelidad.
En tus jardines los
niños, aún juegan risueños
y en sus cunas duermen
sus mágicos sueños.
Aún no llegan los
estragos de la gran ciudad
que devoran
inclementes paciencia y bondad.
En tus majestuosos
templos se puede orar…
y sencillas y devotas
plegarias cantar,
conservas la fe que
tus mayores te dieron,
esa… que nos caballeros de lejos trajeron.
¡Amada Ciudad! Te
podría cantar
durante siglos mis
coplas, sin terminar…
pero, es de noche y me
quiero despedir,
para que tranquila, te
puedas dormir.
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