CONFORMACIÓN DEL RANCHERO SANMIGUELENSE

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Descripción

Si se analiza sociológicamente la identidad del sanmiguelense de antaño, sin duda nos encontraremos con la existencia del tradicional ranchero…  pero, ¿cuál es el origen de este perfil y cómo es que se fue construyendo? 

Para comenzar, consultamos el libro «La evolución de una oligarquía:   el caso de San Miguel el Alto, Jalisco» (Gándara Mendoza, 1973), el cual asevera que «la población alteña es una población criolla pues la colonización del área se realizó con campesinos y ganaderos de origen hispánico».


Por cierto, en la misma fuente se afirma que durante la época colonial «se fue consolidando en el área una población de “rancheros” –pequeños propietarios que vivían en sus ranchos-, lo que llevó a que la unidad social mayor fuera la familia extensa».  De hecho, se encuentra en Archivo Histórico Municipal un libro de Obras Públicas referente a San Miguel el Alto de mediados de los setentas que, aludiendo a la antigüedad de la identidad abordada, expresa:   «No parece que la tradición del ranchero de los Altos sea un fenómeno que date solo del siglo XIX, sino que ya existía desde el siglo XVIII».

Hay que subrayar que el mencionado trabajo de Obras Públicas manifiesta que «la originalidad más notable de Nueva Galicia Oriental fue el enorme desarrollo de la cría de ganado y los hábitos y el género de vida que derivaron de él».

El libro de Gándara Mendoza (1973) asienta hablando de 2 siglos después: «no obstante, el fraccionamiento de la propiedad era inevitable.  Por un lado, el sistema de herencia lo favorece:  parece ser que fue en esta década (1925 – 1935) cuando la mayor parte de haciendas que encontramos a finales del siglo XIX  comienzan a fraccionarse “naturalmente” al heredar a los hijos».


Un punto interesante sobre el imaginario del ranchero alteño es lo relacionado con la sabiduría en lo relativo al pronóstico del tiempo.  De acuerdo con la revista «Guiasanmiguel» de agosto de 2008, se conservan las siguientes creencias en torno a la canícula en el universo campesino alteño -que precisamente considera dicha temporada entra invariablemente el 14 de julio-: «el clima de la jornada inicial determina las condiciones de los 40 días venideros; que tiene repercusiones en el reino vegetal y animal, así como que las tormentas son más severas y que hace mucho calor».

Finalmente, el artículo comenta «quiero sumergirme en esa luz cegadora del recuerdo y evocar la fe de un pueblo a punto de desaparecer: las invocaciones a Santa Bárbara contra un rayo o una centella, unas manos ásperas con un cuchillo al filo de la tempestad, las cruces de Sal Bendita esparcidas en el tejado, el Agua Bendita confundida con la lluvia, el rezo del Magníficat…».  

LCC. Juan Ramón Jiménez Jiménez

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